Nowhere girl



De vez en cuando me apetece hacerle un pequeño tributo a alguien que estuvo en mi vida durante un periodo no demasiado largo pero que dejó una marca en mí para siempre.
La conocí cuando trabajaba de médico de urgencias en una pequeña localidad de veraneo.
Ella era suiza pero de ascendencia turca. Cabello negro, ojos negros y piel pálida.
Un buen amigo y yo, de copas, nos reíamos con nuestras cosas cuando avistamos a la chica en cuestión y a una amiga suya, rubia. Como mi amigo era el que solía tener más éxito con las mujeres, se dirigió hacia la rubia.
Yo, sin saber muy bien que hacer me acerqué a la morena e intenté hablarle en inglés, para mi sorpresa, su inglés era mejor que el mío (desarrollado durante 6 años viviendo en Inglaterra).
Me pareció una persona más bien introvertida, quizás simplemente tímida. Qué equivocado estaba.
Antes de que pudiera averiguar cómo era su personalidad, y mientras mi amigo trabajaba duramente con su chica, el pajarito muerto que pareció haberme tocado, me besó en los labios, primero dulcemente, pero al notar mi respuesta positiva, salvajemente. De forma que la cosa subió de tono, abandonamos nuestros taburetes y, ya de pie, nos abrazamos fuerte y continuamos besándonos hasta el punto en que la gente del pub formó un corrillo y empezaron a continuar el espectáculo. Fue el momento de agarrarla de la mano y poner pies en polvorosa. Claro que no pude evitar ver la mirada de mi amigo del alma lanzándome esa mirada de "cabrón".
Y lo que podría haber sido un simple ligue de una noche o un amor de verano, acabó siendo mucho más.
Porque aquella chica tenía todo un mundo interior que me fascinaba.
Porque tenía una inteligencia como de otro planeta.
Porque cuando quería o necesitaba algo de mi, me lo pedía, sin rodeos, sin subterfugios. Y lo conseguía.
Porque su mezcla de culturas suiza y turca me atraían mucho.
Nunca hablamos en castellano, ni falta que hizo.
Y finalmente, por qué no decirlo físicamente era un bombonazo. La cara más preciosa que he visto en la vida, con leves rasgos orientales.
Y éramos felices compartiendo lo que fuera, películas, libros. videojuegos (la única mujer con la que lo he conseguido), éramos felices en la cama, cuando dormíamos y cuando no.
Pero aunque suene cínico y triste, he aprendido que todo viene con un precio en la vida.
Tras una separación cuando ella volvió a Suiza, yo me trasladé a trabajar a Barcelona.
Pasados unos meses de emails en los que literalmente nos comíamos las arrobas del otro le propuse que se viniera a Barcelona a vivir conmigo. Y vino.
Al principio fue todo muy bien. La convivencia fue tan natural.
Incluso vino de vacaciones mi hijo mayor, por entonces tenía 7 años, y se llevaron muy bien, viajamos a Suiza y a Francia, aprovechamos para traer el resto de cosas de ella.
El primer problema es que su nivel de castellano era cercano al cero.
Le costó mucho interaccionar con su entorno y por tanto llegó a depender mucho de mí.
Por entonces yo ya conocía su pasado y sobretodo su infancia.
Sufrió abusos sexuales por parte de su padrastro, algo que por supuesto sabía su madre.
Intuía que ese pasado traumático surgiría por algún lado en algún momento.
A partir de un día empezó a beber y a sufrir cambios de humor en los que llegaba a ponerse agresiva.
Y luego varios intentos de suicidio, hasta el punto de hacerlo conmigo en casa, uno de ellos con un radiocasete enchufado a la corriente mientras se tomaba un baño. La electricidad se fue en toda la casa. Yo estaba al ordenador y tardé un segundo en imaginar lo que había pasado. Corrí al baño, los plomos habían saltado, y ella estaba perfectamente, pero con una cara a medias entre susto y vergüenza.
Le di un abrazo muy fuerte. La sequé y la vestí. Y la llevé a Urgencias del hospital más cercano.
La psiquiatra de Urgencias me dijo: no tenemos suficientes camas, a lo que yo le respondía, pues ya puede buscarle una en cualquier otro hospital, porque si mi novia vuelve a casa y consigue suicidarse, usted será la directa responsable. Encontró la cama.
Estuvo ingresada 5 días en una unidad de Salud Mental a la que fui a visitarla cada día.
Trabajar durante aquellos días fue muy duro, con el miedo en el cuerpo de que incluso vigilada pudiera intentarlo de nuevo.
Cuando le dieron de alta, le citaron con un psiquiatra de zona.
Pero he aquí que siendo suiza ella, no había acuerdo sanitario entre nuestros países, y su seguro privado no quiso asumir los gastos. Total que me llegó una factura más tarde a su nombre, que por supuesto nunca pagué.
Pero el verdadero problema es que ella necesitaba tratamiento y seguimiento psiquiátrico, que le denegaban en la Seguridad Social.
En aquellos momentos estábamos mal de dinero y no podíamos permitirnos un psiquiatra privado.
Ahora se que debería haberle pedido el dinero a mi familia, pero habían ya pagado tanto durante mis estudios, que me había prometido no volver a pedirles dinero.
Obviamente me equivoqué. La salud queda por encima de cualquier otra consideración.
Y la salud de ella empeoró, siguió bebiendo hasta que un día se puso muy violenta intentando incluso pegarme. Dijo que se iba al centro a tomarse algo. Ya había tomado unas cuantas cervezas.
Intenté impedírselo, pero estaba muy violenta y temía que se hiciera daño.
Aún así, la seguí a distancia por la calle.
En un momento dado, se giró y me vio, y me confrontó, me dio un empujón y me dijo gritando que no me necesitaba, que ya era mayorcita. Y pensé, bueno tiene 30 años, quizás tenga razón, no la puedo obligar a nada.
Nuevo error, una persona por mayor que sea, si está en estado ebrio, no está en condiciones de decidir por si misma y mucho menos irse sola por una ciudad desconocida.
Y me volví para casa...
Pasé la noche sin dormir, llamé a la Policía Nacional, que si no tenían una dirección no sabrían dónde buscarla, que tratara de relajarme que ya aparecería...
Nunca volvió.
Me hizo dos llamadas con mi móvil que le dejé. La primera para decirme que estaba en un bar donde unos senegaleses le estaban invitando a beber. La segunda, desde la casa de los senegaleses, de la cual no le dejaban salir, y que le habían dado cocaína.
No me dio dirección ni zona de Barcelona.
Cuando amaneció, me pegué una ducha y me fui al trabajo.
Allá a las diez de la mañana, me llamó un policía preguntándome si conocía a una chica que habían encontrado muerta en la calle, era ella. La habían dejado tirada en una acera. Luego me contaron los de la ambulancia que a su llegada a la escena, todavía seguía con vida, pero con una arritmia cardiaca, sin apenas respirar, no llegó al hospital.
Yo estaba en esos momentos en mi consulta con un paciente.
Me pegó una crisis de nervios y empecé a llorar, una compañera me llevó al bar de al lado a tomar una tila.
Al día siguiente me presenté en la morgue, pero como no estábamos casados y no eramos familia, no querían dejarme verla. Le rogué como favor a la forense que hiciera una excepción, necesitaba verla.
Había visto muchos cadáveres en mi vida, pero nunca el de un ser querido.
Estaba demacrada, sin vida. No parecía ella, pero lo era.
Mi estado a partir de aquel momento fue de una intensa tristeza pero también una ansiedad y una angustia que casi me asfixiaban.
Tardé 2 días en empaquetar mis cosas y largarme de Barcelona, nunca volvería a vivir allí.
A partir de su muerte, tan repentina, tan traumática, sufrí una depresión grave que necesito de antidepresivos por vena y varios meses de recuperación, aunque en verdad a los meses, aún en tratamiento me puse ya a trabajar. Trabajar siempre me ha servido de terapia adyuvante.
De tanto en cuanto, la recuerdo, y aunque llevó mucho tiempo y sesiones de psicoterapia quitarme el sentimiento de culpa por su muerte, aun tengo mis dudas. Si no hubiese cometido los dos grandes errores que cometí, probablemente ya no estaríamos juntos, pero ella estaría viva.
Por otra parte, tras conocer lo traumática que había sido su infancia, su historial posterior, sin ningún apoyo familiar, e identificando posteriormente el trastorno que sufría, El Trastorno límite de la personalidad, personas con muy baja autoestima, que se exponen a situaciones de riesgo conscientemente, incluyendo intentos de suicidio, con problemas de sociabilidad, frecuente aislamiento.
No se si ese Trastorno tenía algo que ver con su traumática infancia, o simplemente era una fuente más de sufrimiento para ella. El hecho es que era una persona que sufría cuando injustamente era una persona que tenía tanto que ofrecer.
No estoy seguro de que ningún psiquiatra o psicólogo hubiesen nunca sido capaces de arrancar la costra de la herida que llevó consigo desde su infancia. Y aunque parezca cruel o insensible, no sé hasta qué punto a una persona que sufre hasta ese nivel, se le debe denegar su derecho, su libertad de no querer seguir sufriendo (y sí, me refiero a la palabra tabú, el suicidio, y sus hermanas eutanasia pasiva o activa).
A lo largo de los años he intentado consolarme, queriendo creer que en la época que pasamos juntos le ofrecí mi amor y protección, y conseguí que disfrutara de algunos momentos de felicidad.
Nunca la olvidaré, junto a tantos detalles de su persona en su conjunto, lo maravilloso y lo defectuoso, porque creo que sin sus dos caras, nunca habría sentido lo que sentí por ella. 









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