¿Cual es mi papel? Scottex?



Esta pregunta se ha formulado de muy diferentes formas a lo largo de cientos de años.
Y hemos llegado, curiosamente en el culmen de nuestro desarrollo como humanidad, al punto de ni tan siquiera hacérnosla.
Por supuesto que siempre encontraremos a un estudiante de filosofía o un bicho raro en la pandilla que se preguntará, qué diablos hace en esta vida y para qué sirve ésta.
Puede sonar condescendiente este planteamiento.
Pero mi objetivo no es simplemente juzgar la superficialidad de nuestras vidas hoy en día.
Mi interés es saber la razón de que, en una buena parte de las personas, las preguntas ¿Por qué estoy aquí? ¿Para qué estoy aquí? ¿Cual es mi verdadero papel en este mundo? ya no sean tema de conversación.
Y sí lo sean, el último juego de la PayStation, el último coche del futbolista de moda, o quién dejó a quién en esa pareja tan famosa.
Pero a nivel más básico, las conversaciones son de una harina muy diferente como ¿Me van a despedir en el ERE? ¿tendré suficiente para llegar a fin de mes? ¿Tendré que llevar a la peque con sus abuelos hasta que volvamos a tener trabajo?
¿A qué me refiero?
Pues que las preguntas existenciales se las puede hacer uno cuando tiene las necesidades básicas cubiertas.
Por tanto los últimos, ya tienen más que de sobra devanándose los sesos intentando sobrevivir.
Los primeros, muy al contrario, tienen demasiado, demasiadas pertenencias, demasiada información como como para creer que necesitan hacerse preguntas, los bienes y las respuestas les llegan a borbotones sin ni siquiera preguntarse nada.
Esto no es casual.
Se llama exceso de información o desinformación.
Al margen de la veracidad de la información que circula por internet y de algunos medios de información, el simple exceso de información y opiniones, primero confunde tanto a jóvenes como a adultos, luego crea esa sensación de que ya estas informado y no buscas precisamente la información que a ti te interesa.
No voy a entrar en la posibilidad de una teoría de la conspiración, no me gustan este tipo de teorías porque suponen que hay unos cuantos listos y que todos los demás somos tontos de remate.
Pero sí es cierto que esta sociedad de la sobreinformación conviene y mucho a ciertos gobiernos, políticos en sus campañas electorales, y por supuesto a las grandes empresas vendedoras de todo tipo de cosas que no necesitamos.
Esta es sólo una pequeña aproximación.
La segunda parte será más profunda.

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