Viva la ignorancia y la estupidez



Este es un tema reiterado en muchas de mis entradas.
Hoy en día ves gente humana que se pasea por ahí diciendo casi orgullosos que han leído muy pocos libros en su vida. Pues lo siento pero no hay excusa alguna para ser un ignorante y encima ser tan estúpido como para vanagloriarse de ello.
Y el problema, se convierte en problema cuando te das cuenta de que estos seres ignorantes y estúpidos no son excepcionales, son un ejército!
Ah? ¿Que estoy siendo un poco duro, un poco intolerante?
A ver, almas mías. Que yo ya he perfeccionado mis estrategias para cruzarme con el menor número posible de borregos. Pero es que, señores, estos borregos no solamente tienen derecho a voto en las elecciones generales, es que tienen derecho a votar también en las reuniones de vecinos y son parte de nuestro entorno queramos o no, de noche y de día.
Recientemente he leído una cita diciendo que no hay que quejarse de aquello que no vas a intentar arreglar.
Y la verdad es que no tengo ninguna solución mágica, sería demasiado fácil.
Por ahora, a pesar de estrujarme el cerebro, sólo he podido encontrar soluciones parciales para intentar reducir daños en el día a día.
Pero sabemos que, como para casi todo, la solución parte de la educación, y aunque interviniésemos en esa educación, los borregos jóvenes y adultos se escaparían a nuestra revolución educativa. Y tendremos que aguantarlos y aguantar las consecuencias de sus actos o sus omisiones hasta nuestra muerte.
Así que señor Martin Luther King tenía usted toda la razón pero, la lucha está perdida de antemano.

Ok, dejé esta entrada sin publicar, intuyendo que aunque aparentemente finalizada, quizá estando en un estado de ánimo diferente quizás pudiera acabarla de verdad y no sólo en la presentación del problema.
Lo curioso es que hace un mes y medio estaba mucho más feliz y tranquilo que ahora, tras una semana de pesadilla en mi nuevo trabajo donde he alcanzado niveles de estrés que no creo haber experimentado antes, y unido a temas personales y a una bronquitis aguda desde hace 3 días, estoy hecho una piltrafa.
Además me he despertado con ganas de escribir otra entrada mucho más personal tras una larga conversación con mi hijo mayor anoche.
Pero leyendo este borrador se me ha pasado por la cabeza la idea peregrina de intentar acabarlo de manera positiva (cuando se que es casi imposible), con la Lucha de Gigantes de Antonio Vega.

Primero es imprescindible que precise algo fundamental en el tema de la ignorancia.
Esta especie de enfermedad contagiosa (recordemos el papel de la sociedad en el aprendizaje o el no aprendizaje) es totalmente transversal, no sabe de clases sociales o económicas, no se asocia ni mucho menos al nivel de estudios, no se asocia a la edad física o mental, ni siquiera al nivel de madurez.
He conocido a personas con un nivel educativo básico que han leído muchísimo más que yo, no suelen decir estupideces, y suelen ser personas humildes. Cualidades ausentes en los verdaderos ignorantes, los que están convencidos de que, o lo saben todo, o que ya les basta con lo que saben (vease como ejemplo, para su trabajo o su deporte favorito), los que aún siguen creyendo o excusándose en el famoso dicho "La curiosidad mató al gato" para no leer. Lo que sea, un libro, un periódico, un cómic. Para, tras el fracaso continuo de la comunidad científica para poder mesurar la capacidad de almacenamiento de datos del cerebro humano, los que temen informarse demasiado.
Por otro lado he conocido licenciados o altos directivos de empresas que en cuanto les sacas de su área de trabajo, se sienten incómodos, perdidos.
No se si estoy expresando bien mi idea.
La cosa no va de la cantidad de libros que hayas leído, sino de las ganas de conocer, de aprender de tu entorno o de la otra punta del globo, las ganas de conocerte más a ti mismo, así como conocer más a los demás.
Como ejemplo, yo mismo. He leído muchos libros, pero muchísimos menos de los que hubiese podido, teniéndolos al alcance de la mano, por las razones que fueran, por pereza, por tiempo, por sustituirlos por otros medios como el cine o la música (es mi obsesión) o...la vida. Da igual puedes aprender de mil maneras. Lo que nunca he sentido es que ya sabía suficiente de nada, o por lo menos muy pocas veces. De pequeño se me tachó de tonto por preguntar demasiado.
Qué equivocados estaban. El daño que me hizo durante años se fue desvaneciendo cuando tozudamente seguí preguntándome y preguntando sobre las cosas que no entendía, empecé a hacer amigos que me apreciaban e incluso a conocer chicas ;) y así chino chano acabé cumpliendo mi sueño. El niño tonto se convirtió en médico.
Y podría seguir siendo un ignorante, porque no me vanaglorio de todo lo desconozco, porque continúo preguntándome cosas, y también por qué no decirlo, para licenciarse en Medicina no hace falta un cerebro privilegiado, sólo mucho esfuerzo y, eso sí, en el caso de que pretendas ejercer como médico (de verdad), has de tener una capacidad innata para poder estar en contacto con el sufrimiento y la miseria humana, sentirlos aunque sea en una pequeña medida como si fueran tuyos, y devolvérselos al paciente en forma de comprensión, confianza y esperanza.

Bueno como casi siempre me desvío del hilo principal (but what the heck!) esto no es un libro de texto ni un blog especializado.

Y no, sigo sin tener una solución para la pandemia de Ignorancia 4.0 que asola el mundo. 
Me he sentido tentado de decir que nuestro ancestros sabían menos que nosotros pero eran paradójicamente menos ignorantes. Pero creo leyendo la historia del mundo (¿escrita por quien?) la Ignorancia ha estado siempre ahí, y mas que una pandemia puede ser que sea una cualidad exclusivamente humana (te imaginas a un gato o a una gacela ignorante? sólo que en nuestros tiempos de conexión permanente y redes sociales esta cualidad se esparce y se potencia a velocidades y distancias nunca vistas antes.

Bueno ahí lo dejo.

 

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