El lector



Sin lector no hay obra literaria, ni escrito, ni simple mensaje en una servilleta.
En no pocas ocasiones el único lector de un escrito es el mismo escritor, ya sea por la decenas de revisiones que hace el mismo de su escrito, o porque simplemente a nadie interesa lo que sale de su mente a través de su pluma.
Pero en la mayoría de los casos, todo lo que uno escribe, acaba siendo leído por alguien, aunque sólo sea un mejor amigo, o un diario personal que es como nuestro amigo silencioso.
Los escritores que digan que sólo escriben para ellos, mayormente mienten.
Cuando consigues extraer de tu maraña de neuronas una idea clara, ya sea bonita o monstruosa, bondadosa o pérfida, generosa o egoísta. Una idea que estás convencido de que nadie ha tenido nunca, lo natural es querer compartirla. No se trata de reafirmar tus ideas, se trata de dar a conocer ideas que quizás el lector no se haya planteado nunca. Por ello hay autores que son odiados pero a la vez venden best-sellers, porque a los lectores nos intriga y atrae lo nuevo, lo inexplorado, estemos de acuerdo o no con lo que leemos.
Yo, personalmente, me sentiría totalmente agraciado teniendo un solo lector. Un lector al que a la vez sorprendiera, contrariara o incluso gustara. Me sobraría.

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