El cordero con piel de lobo

Paco Lobo.
Mi apodo del instituto.
Nunca supe la razón.
Al llegar al instituto yo era más una ovejita que un lobo.
Si bien es cierto que tras un año en el instituto pasé más a cabrito que oveja, nunca me consideré un chico que persiguiera a las chicas, ni mi éxito podía reclamar tal sobrenombre.
Con el traslado a la península y el comienzo de la universidad cambiaron las cosas.
Empecé a tener más éxito, pero aún así casi siempre he dado más bien el segundo paso, hablando claro, que más bien me ligaban ellas a mí y no al contrario.
¿Falta de autoestima, simple cobardía?
No lo sé.
Por supuesto que si alguien me gustaba mucho, hacía todo lo posible por aumentar las posibilidades de encontrarnos en la misma fiesta o cruzarnos de camino a la facultad.
Pero lo mío realmente era soñar, y hablar, hablar mucho, a veces incluso con algo de gracia.
Puede que eso atrajera a alguna chica, bueno y el hecho de que a mis veinte años pesaba 25 kilos menos, tenía un pelo largo, negro y lacio y tenía un atractivo físico del que carezco ahora.
En todo caso, por lo de Paco Lobo, nunca he sido un coleccionista de ligues. Todo lo contrario, mis primeras novias de verdad, duraron tres años cada una, casi hasta el final de la carrera.
Es más, en las poquísimas ocasiones que he tenido sexo la primera noche, me he llegado a enamorar de la mujer en cuestión, como una especie de maldición.
Va a sonar cursilón, pero siempre he sentido que lo que otorga una persona, sea mujer u hombre en una noche de sexo es importantísimo. No ya la parte física, que también. El aspecto de la intimidad. El que una persona extraña te toque en cualquier parte de tu cuerpo que normalmente no tocas más que tú. Los movimientos de tu cuerpo que no conoce nadie. Y las expresiones de placer que normalmente nadie escucha. Tu estremecimiento. Todo eso que normalmente no compartes con nadie.
Y quizás por esta cursilería, hacer el amor con alguien ya me predispone a creer que esa persona merece la pena ser descubierta, conocida más a fondo.
Cuando llego a querer a fondo a alguien, sé donde me meto, porque mi corazón debe ser el más irracional que existe, no importa las razones que le des para que deje de palpitar, no desiste.
Así que quizás el apodo correcto debería haber sido; el cordero con piel de lobo.

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