Héroes

 Hoy he batido el récord, me he despertado a las 05:15, tras la ducha y un buen café he sentido la llamada del portátil, ideas agolpándose en mi cabeza.

Sin saber por dónde empezar, me he puesto a escuchar música con mis cascos y revisitar viejas glorias. La primera que me ha venido a la mente ha sido Los Héroes del Silencio y han sido toda una inspiración. Me han dado ganas de escribir una entrada menos egocéntrica y en vez de ello, hacer un homenaje a todos los héroes reconocidos, los que he conocido y todos aquellos héroes desconocidos. Y de paso hacer un homenaje a estos maños que convulsionaron el panorama musical allá por 1988, justo cuando yo empezaba la universidad en Zaragoza, con sus ritmos y guitarras potentes y sus letras a la vez poéticas y desgarradoras, y por supuesto la personalidad de su líder, cantante y letrista principal, Enrique Bunbury, con un temperamento ambiguo entre frágil y arrollador, entre dulce y provocador, con un talante entre héroe y villano, el perfecto antihéroe, sin olvidar a Juan Valdivia el Héroe en las sombras, guitarrista y compositor que le imprimió el sonido característico a los Héroes con su estilo peculiar y sus melodías.

Por entonces yo tenía 19 añitos, me pillaba un poco lejos mentalmente para convertirme de repente en uno de sus millones de fans, estaba empezando mi carrera y por una vez en mi vida iba a hacer algo en serio. Pero mi hermano menor y su amigo del alma, fans totales de los Héroes, me contagiaron su pasión, y el hecho de que los Héroes eran de Zaragoza y pudiera ir a un par de conciertos suyos, me convirtió en un fan más.

Iré incluyendo canciones suyas a medida que voy recordando los héroes de mi vida.


La chispa adecuada - Avalancha - 1995
Sin ser uno de sus mayores éxitos, este canción y vídeo podrían perfectamente definir a los Héroes y a su líder; poesía desgarradora reflejando la dureza de la vida a pesar de ese amor que nos rodea, que a veces nos roza y otras se nos escurre.
El enigmático Enrique Bunbury nos mostró con su ambigüedad que los blancos y negros, lo bueno y lo malo no existen, que la alegría y la pena, el placer y el dolor forman parte inseparable de cada vida.
Ésta ha sido la chispa que ha encendido esta entrada.

Como no podía ser de otra manera, empezaré por el principio de mi vida, o antes.
La heroína suprema en mi vida, mi madre.
Para empezar, sería una heroína sólo por hacer el milagro de gestarme durante nueve meses dentro y con su cuerpo y con su amor (poner la "semillita" tiene muy poco mérito) y finalmente darme a luz, acogerme en su pecho y darme de mamar mi primera leche y durante un año. Un año nutriéndome de su cuerpo constantemente y cuidando y sufriendo por que no me ocurriera nada. Y dormir muy poco y mal.
Y teniendo además ya otro hijo de unos 3 años dando guerra.
En definitiva, esta heroicidad la extiendo a todas las madres del mundo.
Creo que nunca se ha valorado en toda su extensión el inmenso esfuerzo que supone traer un niño a la vida y cuidar de él en sus primeros años de vida, por mucho amor con que se haga. 
Son heroínas forzosas, nadie les preguntó si deseaban, si estaban dispuestas a llevar la mayor parte de la carga de tener un hijo. Se añade a eso, que por mucho que el padre ayude a la madre, por naturaleza el bebé es muy dependiente de la madre durante al menos los dos primeros años, por diversas razones, pero básicamente, a parte de la lactancia, el instinto materno de saber lo que necesita el bebé en cada momento está mucho más agudizado, la demostrada resistencia física de las mujeres en general y finalmente que el propio bebé se siente de forma natural muy atraído hacia su madre, ya sea porque se sienta más seguro o del hecho de haber vivido nueve meses en el vientre de la madre, quizás una cosa consecuencia de la otra. La conexión es perfecta, lo que relega al padre a un lugar secundario de apoyo a la madre.
A partir del segundo o tercer año el niño tiende naturalmente a irse separando de la madre, ya caminando, desea explorar el mundo, y se va acercando más al padre (cuyo trabajo ayudando a la madre en los dos primeros años y de manera más intensa a partir de entonces no es nada desdeñable).
En este sentido, mi madre fue una heroína de alto nivel, fue madre cuatro veces y no fue posible que fueran cinco debido a que su segunda gestación acabó dolorosamente en una muerte neonatal. No sé hasta qué nivel le dolió. Sólo sé que sólo una mujer puede saber cuánto duele después de albergar nueve meses en sus entrañas, ver a ese bebé salir de su cuerpo sin vida, sin poder escuchar su primer llanto, sin poder abrazarlo al fin.
Pero a pesar de tremendo dolor, logró recuperarse y no tardó demasiado en tenerme a mi. Y estoy seguro que, a pesar de mi genética "regalándome" un TBP y jalonando mi  vida  con depresiones que han destruido años enteros de mi vida, desde pequeño fui el más extrovertido y alegre de mis hermanos porque mi madre me recibió al nacer con tal enorme alegría y felicidad que me la contagió desde mis primeras horas de vida. Y eso me ha dado siempre energías para intentar disfrutar de la vida entre depresiones, y me ha permitido conocer a muchas personas interesantes, porque esa ganas de vivir y de conocer gente nueva se han quedado ahí, compensando mi genética defectuosa.
Años después, su rol pasó de ser fuente de alegría y seguridad para ser más bien agente protectora, recuperadora y reductora de daños. Por aquellos años mi centro de atención, validación y ejemplo fue otro...
Ya lo comenté en la entrada dedicada a mi madre. Sin ella, yo no estaría aquí.
Sin su protección y sus inyecciones de ánimos, sin su validación de mis emociones y sentimientos, sin su presencia siempre ahí cuando, ya en edad adulta, la necesité.
Podría contar mucho más sobre ella, pero ya redundaría en lo que he escrito sobre ella. Y sólo con lo que he dicho, le sobra para estar en el top del podium de mis héroes.


No más lágrimas - El mar no cesa - 1988

Quisiera dedicar esta segunda parte a unos héroes y heroínas silenciosos.
Todas aquellas criaturas que ni siquiera tuvieron una madre para protegerlas como hizo mi madre conmigo, no tuvieron madre, o no tuvieron padres, que fueron maltratados física o psicológicamente, a los que no tuvieron siquiera los ,mínimos básicos para crecer y desarrollarse de forma adecuada. Niños en familias disfuncionales, niños que crecieron en instituciones de acogida (el orfanato, sin eufemismos) donde al margen de las frecuentes vejaciones y abusos, denunciadas en pocas ocasiones por miedo, esos niños nunca han tenido una figura paternal de referencia que le pueda hacer sentirse seguros, protegidos, comprendidos, valorados y queridos.
Todos esos niños y niñas, adolescentes, incluso jóvenes adultos que son soltados a la cruda vida con una lógica inseguridad y déficit en autoestima, todos son héroes de una sociedad enfermiza. Porque una sociedad que no hace del cuidado de sus infantes su máxima prioridad, ya sea en sus familias (disfuncionales) o institucionalizados, es una sociedad vergonzantemente enferma.
Muchos de ellos salen adelante, aunque sea con heridas que jamás curarán. Otros no logran salir adelante y acaban en un periplo de instituciones, incluyendo las psiquiátricas y las penitenciarias, porque estos chicos y chicas tienen un elevado riesgo de caer en las garras de las drogas, y el consecuente riesgo de caer en la criminalidad, con un futuro físico, psiquiátrico y psicológico muy triste. 
Finalmente están los que simplemente no lo pueden contar, ya sea por muerte accidental en las calles, en las mismas instituciones o incluso en sus propias casas; o suicidándose como la única vía de escape de una vida que no solicitaron y que en lugar de permitirles vivir una vida de niño o adolescente, de alegría y exploración, de amor y despreocupación, la que debería ser la vida de un niño, ha sido una auténtica y continua pesadilla.
Para mi, todos ellos son héroes del más alto nivel, unos dentro de lo terrible, tuvieron una pizca de suerte y consiguieron llegar a adultos e incluso conseguir un trabajo y quizás formar una familia, otros siguen debatiéndose por integrarse en una sociedad que incomprensiblemente, en muchos casos los estigmatiza y no les facilita las cosas. 
Los que se suicidaron quizás sean los más heroicos. 
El suicidio al contrario de lo que siempre se ha calificado de acto de cobardía (en gran parte por la influencia de la Religión Católica que siempre ha condenado la autolisis como algo contra natura, "solo Dios puede disponer de nuestras vidas", como en muchos otros aspectos, inmiscuyéndose en la libertad del individuo para decidir hacer con su vida lo que le venga en gana). Muy al contrario, el suicidio no  es un acto de debilidad o cobardía. Hay que tener en cuenta que cuando una persona se plantea el suicidio, está luchando contra un instinto muy poderoso, el de supervivencia, posiblemente el más potente de nuestros instintos, y gracias a él en gran parte, junto al instinto reproductivo, seguimos habitando este planeta. Así que para que una persona considere seriamente el suicidio, tiene que haber sufrido de forma muy intensa y constante, y en realidad habrá intentado cualquier otra solución, cuando no le restan opciones que probar y decide tomar la última que le queda, debe ser muy duro tener que darse cuenta de que la única alternativa a un mundo al que no sólo no le importa, sino que es el origen de su dolor ya inaguantable, es abandonar esa vida de la que esperaba quizás un poquito de cariño, algo de comprensión y apoyo, algo de humanidad, pero sólo le ha ofrecido dolor.
Si a esto unimos que los menores tienen una mente en desarrollo y lógicamente no tienen tantas herramientas como un adulto para enfrentarse a situaciones traumáticas, del tipo que sean, los intentos de sobrevivir y el último recurso del suicidio les convierte en más heroicos (tristemente), si cabe.
Yo no creo en la teoría de que hay que tener una predisposición para suicidarse y que la ausencia de esa predisposición te convierte en una persona no "suicidable".
La clave es el grado de dolor sufrido continuado y la percepción de no tener otra salida.
Esto vale para menores y adultos.
Si aplicamos lo que acabo de decir, no hace falta tener una predisposición al suicidio. Si nos centramos en el sufrimiento constante e inaguantable, y la ausencia de ninguna salida al suicidio, me será más fácil explicarlo con ejemplos de la vida real. 
Un menor que ha sufrido de manera repetida y no ha encontrado ninguna salida, podrá intentar suicidarse teniendo o no una depresión añadida (lo cual sería muy probable, pero no necesaria).
Una persona depresiva hundida en una depresión mayor grave, puede sufrir dolor de una manera tan intensa y constante, como si tuviera una herida física grave y dolorosa. Si el tratamiento no surte efecto y el sufrimiento se prolonga, en muchos casos, verá el suicidio como su única salida a su terrorífica existencia.
Un padre o una madre pueden ante, una separación de pareja, perder la custodia de sus hijos, por la razón que sea. Y por la razón que sea el otro progenitor, no le deje ver a los hijos. El progenitor afectado puede actuar de manera violenta (suele ser más en hombres, aunque ha habido casos en mujeres) poniendo en peligro la vida de los propios niños y del otro progenitor. Pero también, ante un sufrimiento intenso y prolongado en una situación tan traumática como la percepción de la pérdida de los hijos, se puede ver el suicidio como única salida a dicho sufrimiento.
Y no se necesita estar deprimido, ni psicótico (haber pedido la razón, o haber perdido la conexión con la realidad, no hay que estar "loco").
Finalmente, he hablado de los pacientes depresivos. Pero cualquiera, cualquiera, hasta el más "sano" mentalmente (si eso existe), puede sufrir una depresión con diferente grado de enfermedad, aunque no sea depresivo o tenga un trastorno psiquiátrico. Cualquier persona puede vivir una situación tan traumática que le pueda llevar a una depresión reactiva, que va a ser probablemente de un grado más o menos grave dependiendo de la dimensión del evento traumático. 
Como ejemplos; el fallecimiento de un hijo, de la pareja, la pérdida del trabajo que pueda conllevar la pérdida de la vivienda y quedarse en la calle, un accidente que deje a la persona incapacitada para vivir su vida previa o incluso poder valerse por sí mismo, etc.
Siento haberme alargado en este último apartado, pues era muy importante demostrar que igual que no existe una predisposición para suicidarse, no hay ninguna garantía de que nadie, por muchos factores a favor de que tenga una vida feliz, esté libre de la posibilidad de plantearse en un punto determinado de su vida, el suicidio.
Los menores desprotegidos, huérfanos, maltratados, tienen un mayor riesgo de suicidio, depresiones y otros trastornos psicológicos o psiquiátricos, pero todos por igual, no hay genes salvadores, simplemente una cuestión de suerte pura y dura.
Los que encuentren un poco de apoyo saldrán adelante, los niños aprenden muy deprisa y su capacidad de adaptación es mucho mayor a la de los adultos, y aprovecharán cualquier oportunidad que se les ofrezca. Los que no tengan esa oportunidad acabarán en la calle, sobreviviendo de cualquier manera o muriendo de cualquier manera.
Me extendido con estos héroes invisibles supongo que, en parte, porque soy padre y he comprobado el efecto tan vital para el niño el hecho de que se sienta protegido, querido, respetado, guiado y apoyado. También conozco los efectos perniciosos de la ausencia en el niño de alguno o todos esos elementos. Por último, siempre quise ser Pediatra, no logré acabar la especialidad por razones personales, pero he trabajado años en Pediatría y he visto muchísimos bebés y niños, he visto las interacciones con sus padres y he tenido la gran suerte de aprender con ello. 



La herida - El espíritu del vino - 1993


Mis siguientes héroes, no tienen superpoderes, son simplemente buenas personas.
Muchos los he conocido en persona, otros viendo, u oyendo, o leyendo sus actos.
La inmensa mayoría los desconozco, pero sé que están y han estado ahí.
Por oposición, las malas personas también existen y siempre han existido. Y no podemos confundirlas con personas con trastornos o enfermedades mentales, pero tampoco permitir que se disfracen tras dichos trastornos, en sus casos inexistentes.
Quizás pueda sonar simplista mi diferenciación entre buenas y malas personas.
Todos, todos, tenemos un aspecto egoísta, que es completamente sano, pues el cuidar de nosotros mismos primero, es parte del instinto de supervivencia.
Lo que diferencia a las buenas de las malas personas, es que las primeras, conservando ese instinto de supervivencia, pueden al mismo tiempo preocuparse por los demás, uno de los elementos del ser humano que lo hace más humano. La evolución de la humanidad, a pesar de cierta tendencia a la autodestrucción, se ha basado en la cooperación entre unos humanos y otros. Y así desde los Neandertales, los Cromañones y finalmente el Homo Sapiens, los seres humanos se unieron en grupos, tribus, sociedades complejas, en los que unos cuidaban de los otros.
Aunque estoy convencido de que la bondad es innata (Y luego expondré mi argumento a favor de ello) y tiene una lógica evolutiva aplastante: si yo ayudo a otra persona en un mal momento, no sólo habrá más probabilidades de que ésta me ayude en el momento que la necesite, sino que además lo podrá hacer en mejores condiciones. Por supuesto, no solemos pensar de esta forma a la hora de tender la mano a alguien necesitado, porque lo tenemos internalizado en nuestro subconsciente, a partir de genes heredados de nuestros ancestros durante miles de años, genéticamente hemos evolucionado de esta forma para asegurar la supervivencia de nuestra especie.
Pues bien, la ciencia ya hace tiempo que empezó  a identificar genes responsables de enfermedades no originadas exclusivamente por agentes externos (enfermedades infecciosas, intoxicaciones, las relacionadas con agentes externos como el frío o el calor,etc). Las enfermedades de origen genético no siempre se expresan, en muchos casos necesitan de unos factores internos o externos al individuo para que el gen responsable se exprese y así se desarrolle la enfermedad.
Hasta la fecha no se han podido identificar los genes de la bondad o la maldad, pero sí una predisposición genética en la producción de ciertos neurotransmisores que intervienen, por ejemplo, en el funcionamiento de la Amígdala de nuestro cerebro más primitivo, el que reconoce, evalúa y responde ante los estímulos que recibimos, externos o internos. Y en la Amígdala, una estructura muy pequeña pero crítica, es donde se reciben las respuestas a esos estímulos en forma de emociones, y es la que gestiona esas emociones. Es el principal controlador de las emociones, de si se expresan en forma de impulsos o no, y de cómo se expresan. 
Luego el Córtex Prefrontal, actúa de filtro, en base a su capacidad racional y lógica y en base a la base de datos de su memoria que contrasta experiencias previas y normas sociales y culturales.
Pero hay una limitación a ese filtro final. Si el impulso que libera la Amígdala en base a las emociones que ha recibido es demasiado intenso y rápido, al Córtex Cerebral no le dará tiempo para valorar el impulso y éste atravesará su barrera.
Como todo en Medicina, todo depende de grados de intensidad o gravedad.
Ese impulso que no ha podido ser validado por el Córtex se puede traducir en una acción, sea un acto físico o verbal, que podría ser perjudicial para otra persona o incluso para el mismo individuo. Y claro esto puede variar enormemente desde una simple elevación de tono o un insulto hasta un acto criminal.
Si extrapolamos esto a nuestro dilema sobre la bondad y la maldad, podré argumentar que definitivamente sí existen malas personas y que es de origen innato.
Consideremos el clásico ejemplo de dos hermanos que crecen en el mismo entorno de una familia opresiva, autoritaria incluso abusiva, hay muchos casos en que uno de los hermanos por razones aparentes lógicas (reacción a una situación traumática continuada) desarrolla una personalidad malvada. Mientras el otro hermano no desarrolla ese tipo de personalidad. Incluso en estudios con gemelos univitelinos, viviendo en el mismo entorno, nunca son idénticos ya sea físicamente o mentalmente. Si esos factores genéticos relacionados con la función de la Amígdala no se expresan por igual, en efecto, como suele ser, tendrán una personalidad diferente.
Una cosa que tengo que recordar es que el tema de la maldad y su relación con factores genéticos se desarrolla en diferentes grados. Así una mala persona no necesita ser un criminal, un asesino, para ser una mala persona. Esos impulsos perjudiciales que envía la Amígdala pueden ser controlados por ésta o no pasar el filtro del Córtex, pero esos impulso y emociones se quedan en nuestra memoria igualmente. De hecho la mayor parte de malas personas pasan desapercibidas porque su maldad no es por acción sino por omisión. Omisión de ayuda, apoyo, cariño, comprensión, empatía, por abandono...
Hay otro tema relacionado al binomio bondad/maldad.
¿Puede una mala persona reconvertirse en una buena persona?¿Y una buena en una mala?
En teoría sí. Y esa hipótesis la baso, no en la experiencia de haber presenciado algún caso. Lo baso en la teoría de la plasticidad de nuestro cerebro, que a estas alturas ya está bien consolidada. En teoría nacemos con todas las neuronas que tendremos en el futuro, la plasticidad cerebral se muestra de manera especial en la infancia y juventud temprana, con el crecimiento del cerebro, pero no por multiplicación de neuronas sino por la constante creación de conexiones entre ellas (sinapsis) y la creación y crecimiento de toda una red neuronal. Y se ha demostrado que la capacidad de creación de nuevas sinapsis y redes se mantiene virtualmente toda la vida. Otra cosa es que la pérdida de conexiones o la pérdida de funcionalidad de redes neuronales, no siempre se pueda compensar en la vejez con la generación de nuevas conexiones.
Todo esto significaría que quizá la plasticidad neuronal podría facilitar el cambio de temperamento de una mala persona, si las condiciones son favorables.
Lo mismo se puede decir de una buena persona.
Las malas noticias son que esas condiciones favorables en nuestra sociedad actual, son muy poco favorables.
Si expongo el caso de los dos hermanos de diferente forma, creo que se entenderá mejor.
He dicho que para que una predisposición genética se exprese, se muestre, necesita de unos factores internos (genéticos) y externos.
En el caso anterior el hermano bueno no tenía predisposición genética a la maldad, por tanto los factores externos negativos no le afectaron. Pero también debe haber una proporción de gente buena que partía con una predisposición hacia la maldad, pero ésta no se manifestó por tener un entorno favorable y positivo. Y puede ser que esta proporción sea muy alta. Habrá que preguntarse si quizás esa predisposición a la maldad puede formar parte también del instinto de supervivencia (ie. egoísmo sano) y que en la gente mala esa predisposición genética se manifiesta como maldad por un exceso o reacción excesiva a ese mensaje genético, en forma de egoísmo excesivo, envidia, egocentrismo, falta de empatía, tendencia al narcisismo...
Y el hecho es que la sociedad actual, hiperindividualista, basando la felicidad en el éxito a toda costa y la obtención de placer inmediato y constante, con el objetivo de acumular el mayor número de elementos materiales y por tanto una obsesión por el dinero, no es el mejor entorno para evitar que se expresen los factores genéticos que predisponen a la maldad.
Por tanto para mí, no son sólo heroes aquellos que han hecho grandes gestas y luchas por los demás, como Gandhi, Martin Luther King, Nelson Mandela, etc; son toda esa multitud que probablemente tiene una predisposición genética hacia la maldad pero luchan cada día por ser buena gente, a pesar de un entorno que no invita para nada a serlo. Y también a todos aquellos que innatamente son buenos pero también tienen que luchar cada día para seguir diferenciando lo bueno de lo malo, pues los avanzados sistemas de manipulación de masas de nuestras sociedades para confundir nuestras prioridades, nuestros principios y creencias, en aras de que seamos sus perfectos ciudadanos competitivos, esto es trabajar mucho y eficientemente, para consumir lo máximo posible. Antiguamente a esto se le llamaba "un lavado de cerebro", en la actualidad es más exacto decir "reprogramación cerebral inconsciente".



Fuente esperanza - El mar no cesa -1988


Ya he hablado sobre los mini superhéroes que no han tenido la suerte de nacer en un entorno favorable para disfrutar de su infancia y así poderse desarrollar adecuadamente y llegar a la adultez con unas mínimas garantías para afrontar la vida no solo para sobrevivirla sino para poder disfrutarla, para tanto poder aportar como recibir de una sociedad cada vez más exigente y más competitiva.
He hablado del maltrato infantil, tanto físico como psicológico y emocional, tanto por acción como por omisión.
Ese maltrato infantil es protagonizado por los padres, mayoritariamente por el padre.
Pues bien, aquí aparecen la super heroínas silenciosas, de nuevo las madres, en un entorno radicalmente diferente al comentado previamente como madres gestantes y protectoras cuidadoras.
En este caso son las madres las maltratadas por su pareja, con el doloroso agravante de tener que presenciar los maltratos a los que somete su pareja hacía sus hijos, que en muchos casos se asocian.
Ni que repetir que el maltrato, al igual que en el maltrato infantil, puede ser físico o psicológico o ambos, por acción u omisión. Con la sola diferencia de que los niños todavía tienen su cerebro en desarrollo y por lo tanto los maltratos traumáticos que reciben van a condicionar la formación de su personalidad y carácter, y las consecuencias de los traumas van a ser más difíciles de tratar. La madre es una adulta que se supone tiene una personalidad ya formada y puede tener más herramientas para protegerse, defenderse, incluso reaccionar, teniendo en cuenta que en teoría su nivel de autoridad parte de ser equivalente a la del padre. Los niños están claramente desvalidos en ese sentido.
Pero lo que suele suceder es que el padre maltratador va socavando esa autoridad de la madre por medio del maltrato físico y psicológico. Por lo cual, a su propio maltrato se le añade el dolor, la impotencia y la sensación de culpabilidad de presenciar el maltrato de sus hijos sin poder protegerlos.
El maltrato doméstico ha existido siempre, pero antes se visibilizaba mucho menos, gracias a ser algo casi normalizado por una sociedad patriarcal machista (con la por supuesta permisividad e incluso apoyo de la Santa Iglesia Católica (¿Cómo no iban a hacerlo si entre sus propias filas se ha permitido e invisibilizado el abuso infantil?)). El maltrato doméstico ha disminuido en la actualidad, pero aunque se haya empezado a visibilizar, sigue estando ahí. Los factores que han contribuído han sido le mejora de las circunstancias de la sociedad de Patriarcado machista más duro; la llegada de la democracia ha ayudado, la lucha feminista ha logrado mejorar muchas de aquellas circunstancias, incluyendo la visibilización del problema, la incorporación de la mujer al trabajo cada vez más equiparable a la del hombre, que aún mejorable, ha sido una pieza clave para permitir a la mujer maltratada tener la independencia económica y poder así salir de una relación económica dependiente (pensemos que sin esa independencia económica la mujer se veía en el dilema de huir del hogar familiar dejando a sus hijos en manos del maltratador o escapar con sus hijos pero sin una capacidad económica para cuidar de ellos (alojamiento y comida), se han creado leyes que intentan proteger a madres e hijos del maltrato, pero al margen de que esas leyes son mejorables, el problema es el de su aplicación irregular por una judicatura de mayoría masculina, y que además, si bien nuestra sociedad cada día se aleja de la estructura patriarcal, el machismo sigue presente en nuestra sociedad, por mucho que no se quiera creer.
Básicamente el hecho de que el maltrato de género no haya desaparecido es que todas esas mejoras y medidas protectoras ni han sido suficientes, ni han alcanzado a toda la población por igual en las diferentes autonomías, ni aplicado por igual por los jueces encargados de tal aplicación.
Así, que tras ver la situación en el pasado y en el presente, estas madres fueron y siguen siendo unas heroínas de primer nivel, porque en muchos casos, rendirse al sufrimiento permanente para no dejar a sus hijos en una situación posiblemente peor es su única opción, sobretodo si no tienen independencia económica.
Finalmente he de dedicar unas últimas palabras a la valentía de las madres que han sufrido en silencio por temor a poder perjudicar a sus hijos, a la valentía de las que denunciaron su caso ante las autoridades (antiguamente con escasa probabilidad de éxito) arriesgando su vida debido a posibles represalias de vuelta al hogar, y sobretodo a las madres que murieron en su hogar tratando de resistir o tratando de escapar del yugo de un maltratador, un hombre que no era un hombre y mucho menos un ser humano.



Héroe de leyenda - El mar no cesa - 1988
  
Mis próximos héroes son quizás más reconocidos, pero no todos ellos ni al nivel que se merecerían.
Son todas esas personas que de forma totalmente vocacional dedican su vida a ayudar a los demás, en algunos casos, a pesar del riesgo para sus vidas o su salud mental.
Excluyo aquí a las buenas personas de las que ya he hablado. Me refiero a esos individuos que dedican su vida a exponerse a lo más oscuro del ser humano intentando aportar un poco de luz, sea a través de una profesión definida o no.
Dentro de las profesiones vocacionales que se prestan a proteger, acompañar, curar, salvar, comprender, asistir a cualquier persona en necesidad de ayuda, están (intentaré ser exhaustivo, porque todas ellas se merecen todo nuestro reconocimiento, pero se me puede escapar alguna) (omito la diferenciación de género por simplificar, yo por lo menos tengo ya ese asunto superado, como ejemplo en enfermería la mujer ha sido siempre mayoría y en la medicina hace años que la mujer supera en proporción al hombre, por tanto en este caso me interesan los héroes indistintamente de su género, luego si se tercia y hablo de cada profesión particular, podré intentar encontrar razones para que algunas profesiones atraigan más a un género u otro) los bomberos, médicos, enfermeros, auxiliares de clínica, biólogos clínicos, recepcionistas sanitarios, masajistas, fisioterapeutas, osteópatas, psiquiatras, psicólogos clínicos, odontólogos e higienistas dentales, trabajadores sociales, agentes de la condicional, socorristas, protección civil, abogados defensores vocacionales, fiscales de menores, personal de guarderías, psicopedagogos, ópticos. 
He excluido parcialmente dos profesiones que comparten una vocación dudosa (por lo menos en una parte de sus miembros) y un cometido controvertido. 
Las Fuerzas de seguridad del Estado, en todas sus variantes, desde el policía local al antidisturbios, todos hemos comprobado la ausencia de vocación de ayuda en muchos de ellos y todos también hemos comprobado como, tanto pueden servirnos de ayuda como actuar como herramienta represiva del Estado, en todas sus variantes, incluído acabando con vidas de sus propios ciudadanos, sean culpables o inocentes. Y esto, para mí, no es muy compatible con la heroicidad, por supuesto no aplicable a todos los miembros de estas Fuerzas de seguridad.
Las Fuerzas Armadas, comparten una vocación dudosa de muchos de sus miembros y también que, si bien se suponen defernos de forma colectiva como país, en situaciones excepcionales, tanto pueden servir de ayuda como herramienta represiva. Y no olvidemos que mientras que las profesiones que he incluído en vocacionales de ayuda a otros seres humanos se aplican globalmente, un bombero o una enfermera, dado el momento ayudará a cualquier ciudadano del mundo (recordemos dichos profesionales en misiones humanitarias internacionales).
El soldado nos va a ayudar a nosotros pero eso puede implicar no ayudar a ciudadanos de un país enemigo en guerra e incluso matarlo.
Esto que estoy señalando es algo muy controvertido.
En general en cualquier conflicto armado, al ejército del país en cuestión se le da el carácter de heroico, gane o pierda, porque en teoría luchando contra el ejército enemigo está impidiendo que éste pueda dañar a la población civil, por tanto estarían salvando vidas, las nuestras. Pero estarían acabando con vidas, no sólo con los soldados enemigos (que también son vidas) sino también con vidas civiles del país enemigos. Y es bien conocida y constatada en todas las guerras de la historia justo hasta la actualidad, la gran pérdida de víctimas civiles (ya sea de forma colateral o intencionada). No cada soldado puede ser culpado de ello, partiendo de que reciben órdenes, pero ha habido muchas guerras en que el componente humanitario ha brillado por su ausencia.
Por otra parte sabemos que los verdaderos culpables de las guerras son los políticos y gobernantes que las incitan o que por lo menos no hacen nada para evitarlas.
En ese punto aparecería un héroe poco común pero que a veces brilla por la gran importancia de sus acciones; ese gobierno que ya sea a nivel individual o colectivo, ayudado de los profesionales de la diplomacia, consiguen evitar una guerra.
Tras este alegato contra la guerra en el que me he desviado del tema principal, los profesionales con la vocación de ayuda a las personas, me olvidaba de unos profesionales que tienen una gran vocación de ayuda, pero no a otros seres humanos, sino a los animales y en general a todos los seres vivos. Son los Veterinarios y los Agentes forestales. También asumen algunos riesgos y además ayudando a los animales y las plantas, indirectamente nos ayudan a nosotros.
Por último (he decidido no entrar en describir cada una de las profesiones heroicas ni la comparación por sexos porque esta entrada se está haciendo interminable y si alguien ha logrado llegar hasta, estará deseando que se acabe pronto) voy sólo a comentar sobre el grado de implicación y los riesgos asumidos por estos héroes.
Todos los que se enfrentan a situaciones potencialmente peligrosas como los bomberos, los socorristas y personal de protección civil asumen un riesgo físico, incluso de orden vital. Aunque algunos médicos y enfermeros, sobretodo los de Urgencias, también se exponen en ocasiones a un riesgo físico.
Aunque el factor psicológico y emocional es también compartido por los profesionales que tienen riesgos físicos, también tratan con personas y están expuestos tanto a tratar con víctimas heridas o incluso fallecidas, los que más asumen la carga emocional y psicológica son los sanitarios (aquí incluyo por supuesto a psiquiatras y psicólogos), porque conviven en su día a día con la enfermedad, el sufrimiento tanto físico como psíquico, y la muerte de sus pacientes. Hay sanitarios que acaban sufriendo enfermedades psiquiátricas o psicológicas, algunos incluso abandonan la profesión. Porque quiero dejar claro que al contrario de la creencia popular de que los sanitarios, de forma natural, se insensibilizan o construyen una barrera ante el dolor ajeno, eso no es cierto en la mayoría de los sanitarios. Lo máximo que pueden hacer es aprender a gestionar sus emociones ante el sufrimiento ajeno. Es más, un sanitario que no sienta aunque sea en pequeña medida, el sufrimiento de su paciente, no será un buen sanitario.
El resto de profesiones como trabajador social y el resto tiene una carga emocional importante, aunque algo más reducida, dado que no conviven continuamente con enfermedades, dolor, fallecimientos.
Pues sí, todos estos profesionales (y no profesionales) de la ayuda al prójimo, y que muchas veces damos por hecho, que hacen su trabajo y punto (eso sí, si cometen un error, entonces sí que nos acordamos de ellos), están haciendo trabajos que implican un riesgo físico y emocional que no todo el mundo estaría dispuesto a asumir.
Ahí lo dejo.



El estanque - El mar no cesa - 1988



























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