El agridulce sabor de ser un padre (separado y solo)

Mañana gris, empieza a llover.
Perfecto para esta entrada.
Hace un par de semanas hice un par de entradas dedicadas a las dificultades de la paternidad.
Entonces partía de las dificultades generales.
Hoy parto de mis dificultades, que pueden ser extrapolables a otros padres, pero cada niño es un mundo, por ello voy a hacer de esta entrada, una entrada muy pèrsonal.
Supongo que se me podría tachar de exhibicionista por airear mis trapos sucios, mis sentimientos aquí, expuesto a todo el mundo (y no leídos por nadie ;).
Pues supongo que sí soy un poco exhibicionista, sólo hay que ver algunas de mis entradas.
Pero cuando me he levantado esta mañana, realmente sentía la necesidad de sacar lo que tenía dentro.
Es muy triste sentir, como sentí anoche, que no había nadie en el planeta que se preocupara de mi, que a nadie le interesara lo que pudiera decir, pensar o sentir.
Es verdad que anoche estaba de muy mal humor y triste, mala combinación para poder pensar correctamente. Ahora mi estado de humor es normal y no estoy tan triste. Así que puedo transformar la anterior frase en una que no sea tan negativa.
Puede ser que haya gente ahí fuera que se preocupe (hermanos, padre, algún amigo, mis hijos) pero no lo demuestran y mucho menos interesarse por lo que yo pueda decir. Con una sola excepción, una buena amiga que no conozco en persona, pero con la cual más o menos regularmente, hemos estado hablando largas conversaciones por teléfono. Y con ella siento eso, que verdaderamente se preocupa por mí y parece que le interesa lo que tengo que decir (no te pasas una o dos horas al teléfono si no te interesa lo que dice el otro) nos entendemos, nos conocemos bien y nos respetamos, y nos tenemos mucho cariño.
Posiblemente alguien podría pensar que debería estar contento de tener una amiga como ella. Pues sí, lo estoy. Pero está demostrado que las personas necesitan de interacción humana en persona; el lenguaje no verbal, los gestos, la mirada, el tacto con tacto ;) ese abrazo, esa palmadita en la espalda, ese apretón de manos...
No digo que nunca tenga nada de esa interacción, pero ahora mismo, las dos cosas unidas, escucha atenta, comprensión y contacto físico, no las tengo. Hace un tiempo que no sé precisar, pero que ha sido más patente en los últimos días, mi mejor amiga, parece haber perdido el interés por mi persona. lo que tengo que decir, lo que me preocupa, cómo estoy. Quizás sea una percepción equivocada por mi parte, pero es lo que siento, aunque intente razonarlo e intentar entender por qué está pasando.
¿No estaré deprimiéndome, hace casi un año salí de una, tengo un largo historial de depresiones a mis espaldas. Eso explicaría quizás una tendencia a distorsionar negativamente la realidad que me rodea.
Pero no es así. Lo sé porque me conozco bien y no tengo ningún síntoma de ese cuadro que me ha destrozado la vida tantas veces.
Pero es que ahora además tengo pruebas irrefutables.
Adopté un par de gatitos maravillosos hace unas semanas, se han adaptado muy rápidamente a un cambio muy importante de hábitat pero sobretodo se han adaptado a mí, me esperan cuando vuelvo a casa, uno de ellos duerme a los pies de mi cama cada noche, les encantan mis caricias y mis juegos con el más joven, sin saberlo ellos, modulan mi estado de ánimo. Anoche la mala leche que traía de fuera, se redujo muy deprisa al verlos y tocarlos, no me puedo enfadar con ellos aunque hayan hecho alguna diablura o cagadita fuera de su arenero. La tristeza tardó un poco más en irse, pero se fue, o por lo menos no fue constante.
Alguien verdaderamente deprimido a parte de muchos otros síntomas, siente una tristeza tan profunda y persistente, y poco o nada influenciable por todo lo que le rodea, que sólo con ese síntoma puede no desear seguir viviendo.
¿Qué tiene todo eso que ver con mi paternidad?
Bueno en principio parecería que nada.
Pero resulta que como dice el título de la entrada, estoy separado y vivo solo.
Eso implica para empezar que, si no salgo de casa y quedo con alguien, paso la mitad de mis dias solo, pues tengo a mi hijo la mitad del tiempo, compartido con su madre. Si le añades a eso, que estoy aún de baja, a la espera de un tribunal de la SS que dictamine si puedo volver a trabajar como médico, esa incertidumbre se añade  a mi soledad.
La cosa es que hasta ahora los días que no tenía al crío, le echaba mucho de menos y sentía más esa soledad, pero con la ilusión de volver a verlo en dos o tres días, realmente no me entristecía, y los días que lo tenía lo disfrutaba muchísimo.
Ahora ni siquiera esa ilusión me basta.
Por otra parte, he ido depositando todo mi amor y mi necesidad de amor en mi hijo pequeño de once años. También mi necesidad de contacto y conversación. Además hace un tiempo que vengo intententando desempeñar el rol de padre muy en serio, ese rol que no he podido ofrecerle durante años de depresión. Llegó el momento de en lugar de simplemente sentirme culpable por algo que no estuvo en mi mano realizar, pasar a la acción. Me leí dos libros fiables sobre la psicología infantil y su educación en las diferentes etapas del desarrollo, uní a eso la experiencia que tengo en Pediatría y mis experiencias previas con mis otros hijos (mi primer hijo y sus hermanos) y me dispuse a ser el mejor padre que pudiera tener.
Basándome en una disciplina positiva, por oposición a la disciplina punitiva de los viejos tiempos y a la educación permisiva, muy actual y extendida.
La disciplina positiva se basa fundamentalmente conseguir infundir en el niño la confianza para que pueda expresar de manera natural sus emociones, sentimientos, sus pensamientos y opiniones. Sin sentirse juzgado, culpable, descalificado o temeroso de ser castigado. Debe por el contrario sentirse escuchado, comprendido y validado. Debe llegar a sentirse seguro de que si ha hecho algo incorrecto, no va a ser reprendido, si no que se le va a ayudar a entender por qué lo ha hecho y que el padre le va ayudar, juntos, a encontrar soluciones, otras opciones de comportamiento. Al principio puede ser difícil, sobretodo cuando se presenta un conflicto enconado en el que el niño se niega a escuchar o a expresar lo que realmente siente por dentro y que ha llevado a dicho conflicto. En esos momento, con toda la serenidad, se le habilita un espacio personal (que puede elegir el propio niño) para que tenga su tiempo no especificado y espacio, para que al tiempo que de manera natural se rebajan las emociones negativas, pueda pensar por su propia cuenta sobre lo sucedido (de mismo modo eso nos da a los adultos el tiempo de hacer lo mismo, si nos hemos alterado durante el conflicto, y podemos pensar con más claridad). No es una solución mágica, no siempre va a funcionar al principio, pues el niño puede desconfiar de un nuevo sistema de tratar los conflictos.
Pero por de pronto, cuando el niño vuelve de su espacio privado, la tensión por ambas partes se ha rebajado y las posibilidades de reconducir el conflicto son mayores. El niño no debe encontrarse un sermón aleccionador, de hecho es a él a quien se le debería dar la oportunidad de hablar primero. Resulta muy sorprendente, teniendo la edad y grado de madurez, el encontrarse con un niño que reconoce su error y las posibles razones para haberlo cometido, incluso posible soluciones. Ni que decir tiene que ante ese resultado, hay que felicitar al niño por haberlo conseguido él solo, y alentarlo a repetir ese esfuerzo cada vez que tenga un problema, en casa o fuera de ella. En el caso de que esa primera vez no resulte tan positiva, el padre deberá guiar al niño a encontrar las respuesta, sin tono aleccionador ni condescendiente.
Poco a poco el niño irá acogiendo el nuevo sistema cuando se vaya confirmando que los castigos, los sermones o los gritos no vuelven a repetirse. Por otra parte empezará a sentirse escuchado, comprendido, que sus opiniones son tenidas en cuenta y, quizás lo más importante, que sus emociones y sentimientos, sean positivos o negativos, son validados y no sancionados.
Una vez el niño el niño va su padre como un interlocutor válido y no como un enemigo, es el momento de empezar a darle responsabilidades, primero con el cuidado de si mismo y luego con la casa. Esto tiene como objetivo ampliar la autonomía que le hemos otorgado al empezar a resolver sus conflictos con una buena parte de intervención propia.
La autoridad que necesitaremos para darle responsabilidades ya sea como rutinas o simplemente como una orden aislada, no procederá ya de la posición de poder del padre, si no porque el niño comenzará a sentirse como parte de un equipo en el que se le respeta y en el que su opinión cuenta. 
¡Es increíble cómo los niños pueden hacer tareas de casa con más ganas que nosotros mismos!
En los momentos en que una orden no puede ser discutir (ya sea por una situación peligrosa u otras razones) las posibilidades de que el niño obedezca van a se mucho mayores. Porque en todo este proceso nos habremos ganado su respeto, no por la fuerza o el poder, sino por la confianza.
¡Vaya turra!
Bueno, si alguien lee ésto y tiene problemas de disciplina con sus hijos (no importa la edad) y lo ha intentado todo, podría probar este sistema. Hay varios libros sobre ello, pero éste es el que encontré más comprensible, mejor estructurado y más práctico.

Y bien ¿De donde viene el sabor agridulce?
Pues eso, de esta separado y vivir solo.
No es que en mi caso particular la Disciplina Positiva no funcione, pero es mucho más difícil de instaurar y sobretodo mantener.
Sólo basta pensar que yo he tratado de instaurar la Disciplina Positiva en mi casa, sin el apoyo de una pareja. Me sorprendió lo rápido que mi hijo la aceptó y se adaptó al sistema, se edujeron los conflictos, empezó a ayudar en la casa y a responsabilizarse de su aseo, de su ropa y su mochila para el colegio.
Pero resulta que en la otra casa siguen la tan extendida Educación Permisiva (tan extendida ahora que se podía decir que es la normalizada, como el extremo opuesto a la ya tan denostada y anacrónica Disciplina Punitiva).
Voy a describir lo más escuetamente posible la Educación Permisiva, porque es mucho más perniciosa de lo que muchos padres creen. Bajo la excusa de no traumatizar a los hijos, de que sean todo lo felices que sea posible, de que no puedan estar tristes o aburridos nunca, lo que en realidad están creando es una generación de niños con una muy reducida tolerancia a la frustración, una carencia de autonomía, de confianza en sí mismos, en resolver  por si mismos los problemas que se les presenten, teniendo más probabilidades convertirse en adultos dependientes y por supuesto una falta de autoestima derivada no solo de no ofrecerles la oportunidad de resolver sus problemas por si mismos, de sentirse ´válidos y útiles, sino también porque por muchas consolas, televisión, tablets y regalos varios, todo eso no puede sustituir el tiempo de calidad, compartir lo bueno y lo malo con los progenitores. Y en muchos casos el problema de la falta de calidad del tiempo compartido va más allá, que no haya ningún tiempo para el niño. Mientras los padres trabajan, o van al gimnasio, el paddle, el fitness es crucial ahora, yoga, cursos, oposiciones, las quedadas después del trabajo con los amigotes/amigotas y todo lo que se os ocurra, el hecho es que el niño no solo sufre todas las carencias que he mencionado, es que solo contando las horas, ya no los educan los padres, los educan Youtube, tik tok, Instagram, Facebook, la televisión, Google, y los miles de videojuegos que se tragan.
¡Ay, es que yo también tengo derecho a tener mi tiempo y de cuidarme y de disfrutar de la vida!
Pues si no encuentras el sistema de compaginar "tu" vida y la vida de "tus" hijos,
¡pues no haberlos tenido!
El hedonismo superlativo de esta sociedad de consumo más consumista que nunca e hiperconectada permanente ( y lo digo porque muchos padres, no todos por supuesto, dicen no tener tiempo cuando son capaces de pasarse horas chateando o enganchados a las redes sociales) me da unas ganas inmensas de crear una Patrulla Canina para ir casa por casa a preguntar sus hábitos familiares.
Es una broma, pero como digo siempre, toda broma lleva algo de verdad.
Los Servicios Sociales de Menores sólo atienden casos mayores de maltrato, violencia física, carencia de cuidados básicos, incluso a veces psicológicos como un padre que grita y menosprecia constantemente. Y yo me pregunto, el niño que se pasa 5 horas cada tarde solo jugando a la consola o a lo que sea ¿No sería un caso de abandono, menor sí, pero abandono al fin y al cabo?
Y llegados aquí, yo disfruto muchísimo de mi hijo (de ahí el sabor dulce).
Pero podríamos los dos serlo mucho más si cada cosa nueva que aprende sobre si mismo, sobre lo que es capaz de hacer, de lo útil que se siente ayudando en casa, de la seguridad en si mismo que va adquiriendo, de la reducción en los conflictos entre nosotros, cuando vuelve de la otra casa la semana que le toca, en muchos puntos tenemos que empezar de cero.
Y duele que te traten como el poli malo, sólo porque en la otra casa le dan todo lo que pide, se lo hacen todo, no tiene que ayudar y puede ver toda la tele que quiera.



Comentarios

Entradas populares