Sigues ahí. Estás en mí.



Myth-Beach House
En la Mythica Paris -Texas



Wild-Beach House



On the sea-Beach House



It´s raining again-Supertramp

Esta carta es para ti.
Allá donde estés.
Quizás no tengáis wifi, seguro que estáis bien allá de los juguetitos de los mortales.
Las tres primeras canciones son las que últimamente se han adentrado en mi corazón y han conseguido ablandarlo desde dentro.
La última ha sido mi canción comodín, casi un himno, desde siempre, no importa en qué estado de ánimo me encuentre, incluso si la misma canción me ha podido entristecer recordándome algo o alguien, siempre, siempre, desde la primera nota se me empieza a dibujar una sonrisa en mi cara que con la última nota ya es una sonrisa de oreja a oreja de la que no me puedo deshacer con facilidad.
En cierta manera podría ser la primera lección que me enseñaste en la vida, no importa lo jodida que esté, tú siempre te vas a levantar de nuevo.
No te voy a mentir, no me acuerdo de ti cada día. Pero muchos, sí. 
Y te echo terriblemente de menos.
Hoy ha sido inesperadamente, bajo la ducha, pensando en otras cosas has aparecido tú. La ducha es el perfecto lugar para llorar.
Pensando en ti, me ha hecho replantearme un terreno por el que caminaba con unas direcciones muy claras, y en realidad, empiezo a creer que lo hago por arenas movedizas.
Me refiero a mi supuesto Trastorno Bipolar, a mis rasgos narcisistas, a mi bien conocida impulsividad emocional, a mi egocentrismo rozando lo malsano. El otro día, hablando con una amiga sobre el TBP y la psiquiatría, le quise explicar mi visión de cómo han estado estructuradas hasta hoy en día la Medicina y la Psiquiatría en particular.
Desde los primeros chamanes, curanderos, médicos...se ha intentado con ahínco clasificar de alguna manera los males que padecía el ser humano, hasta el punto de acabar encasillando a cada paciente en una categoría, patología, síndrome, trastorno particulares. Hasta el punto de, y esto lo saben la mayoría de médicos y pacientes, acabar tratando la enfermedad en vez de tratar al paciente en si mismo, como entidad separada y única aunque tenga la misma enfermedad que millones más de personas.
Esto lo sabemos desde hace tiempo, mucho antes de que yo estudiara la carrera.
Pero no se puede reprochar a los artífices de crear esta concepción de la Medicina. Por varias razones.
Primero, la cantidad de enfermedades y patógenos son casi infinitos,
porque los sanitarios jugamos con los que conocemos en nuestros libros, pero la historia de la Medicina confirma que nunca llegaremos a conocer todas esas enfermedades que están ahí pero todavía no han sido descubiertas, añadiendo desde la época moderna (véase Revolución Industrial) todas esa enfermedades y síndromes que ha creado el mismo hombre (mayormente de forma accidental y no voluntaria) en su gran carrera hacia la evolución de nuestras sociedades.
Segundo, la citada unicidad de cada ser humano es virtualmente también infinita. En el último siglo la población mundial ha tenido un crecimiento exponencial y aunque actualmente ya no es tan acentuado, sigue aumentando.
Tercero, aunque suene inverosímil, no hay suficientes sanitarios para atender a la población global, y acentúo atender adecuadamente, no visitar, en la mayoría de casos de una forma temporizada y apersonal (lo contrario a lo que la unicidad de cada persona necesita) convirtiendo a los sanitarios en meros proveedores de servicios remunerados. Dejo claro que este último punto es a la vez causa y consecuencia.
Cuarto, la Medicina y sus diferentes ramas ha sido desde siempre una profesión de riesgo, diría casi peligrosa. A todos se nos piden responsabilidades en la sociedad, cada uno además debería ser responsable de sus actos. Sí, ya sé que si nos ponemos así, es un peligro el simple hecho de vivir. Pero hay niveles y niveles.
El nivel básico se adquiere desde el mismo momento que saltamos del vientre de nuestras madres a una vida que ni conocemos y es más, ni siquiera hemos pedido.
El siguiente nivel es el de los que tienen a su cargo a alguien vulnerable, pueden ser hijos, ancianos o enfermos incapacitados.
El siguiente nivel el de profesiones como los Bomberos, la Policía...
El caso de los bomberos es un claro ejemplo de la responsabilidad sobre la vida de otras personas conjugada con el peligro personal, lo cual siempre merecerá mi respeto y admiración.
El caso de los políticos me cuesta evaluarlo como riesgo/peligro porque dependiendo del gobierno de turno de cada país, su poder/responsabilidad puede ser más directa o  menos.
Me dejo muchas profesiones en el tintero pero por abreviar, y para lo que me interesa explicar, acabaremos con los sanitarios, en especial los médicos de toda índole.
Si bien normalmente no arriesgan sus vidas (aunque ha habido muchos sanitarios perdiéndola por el camino), su responsabilidad no es que sea superior a la de un bombero o un policía, es que necesitan muchísimos más conocimientos para poder cumplirla, la cantidad de variables y diagnósticos a los que se enfrenta un médico es muy superior a las situaciones que deben, en su día a día, diagnosticar un bombero o un policía, con lo que el riesgo de equivocarse y acabar enfermando e incluso matando a una persona (directa o indirectamente) es muy superior a la de cualquier otra profesión. Y  no siendo un peligro personal físico, lo puede ser psicológico y emocional. Si no se puede describir el sentimiento cuando has sido incapaz de salvar a un paciente, a pesar de todo tu esfuerzo, menos aún cuando ese caso temido lo has causado tú por incompetencia o por un simple error. De esto ya sabía bien Hipócrates, en el Juramento Hipocrático que asumimos todos los médicos al acabar la carrera, sus dos primeros principios, los más importantes son: Procurarás siempre el bien de tu paciente y evitarás en todo lo que esté en tu mano causarle el mal.
Desde hace un tiempo a estos riesgos/peligros hay que añadirle la judicialización de la Medicina donde te pueden demandar por el más mínimo error, por un error que supuestamente lleve a la muerte, incluso por la muerte o discapacidad de la que no has sido responsable.
Hay más factores, pero con estos son suficientes para poder explicar por qué la Medicina ha intentado reducir todos los males del ser humano a un listado cerrado (aunque pueda variar cada año) de patologías y sus síntomas y signos asociados.
Antes de despreciar o juzgar a todos esos Médicos, Investigadores, Académicos que han ido creando un sistema cuadriculado y con poco margen para los matices que considera al paciente como un individuo a clasificar y tratar dentro de unos cánones preconcebidos y rígidos; pensemos que el ideal de Medicina que querría ejercer cualquier médico es uno en el que pudiera considerar al paciente como un ser humano único. 
Para ello debería conocer su historia vital, su situación vital actual, todos sus síntomas y signos (no sólo los síntomas que queremos encontrar en nuestra visita dirigida), conseguir su confianza al punto de que se atreva a contarnos hasta el último detalle por pequeño que le parezca, por que en muchos casos en esos pequeños detalles puede estar la clave de un diagnóstico que se nos va a escapar o pueda a llevar a múltiples pruebas complementarias innecesarias. 
A partir de ahí lo ideal, por lo menos para mí, sería usar los diagnósticos preestablecidos por la profesión, sólo como una simple ayuda no un objetivo en sí. Lo ideal sería poder recolectar e intentar ordenar toda esa información que nos da el paciente (junto a nuestra exploración) y crear una entidad diagnóstica personalizada para ese paciente, poniéndole un nombre, o no. Y entonces conformar un plan de tratamiento consensuado totalmente con el paciente (para ello es necesario explicarle el mal que le achaca) y con ello conseguir tomar una decisión en que está implicado el paciente bien informado, lo que conlleva que el paciente se sienta realmente escuchado, comprendido y tenido en cuenta, algo que deriva en una sensación de control sobre su propia enfermedad, que evita la infantilización del paciente y finalmente crea un potente efecto placebo que si bien en muchos casos de por sí no le curará, en muchos otros ayudará en la curación. Y finalmente la inestimable ayuda, sobre todo para su bienestar psicológico, de la esperanza.
Hay una gran diferencia entre esta aproximación al paciente y la aproximación clásica y en la mayoría de los casos, actualmente, en la que apenas se le escucha al paciente, se le da un diagnóstico, que pocas veces se le explica adecuadamente, y en la que se da un tratamiento incontestable, en lugar de ofrecerle una serie de opciones, aconsejarle la mejor en nuestra opinión, pero otorgándole un mayor peso al paciente en la elección de la opción.
Yo he tratado a veces una versión reducida de este sistema ideal con resultados excelentes, por lo menos en lo que se refiere al estado de ánimo, la confianza, y la reducción del miedo y ansiedad con los que el paciente entra por la puerta.
Pero ese no es el mundo en que vivimos, salvo excepciones.
Los factores arriba descritos y sobre todo la falta de tiempo (o la escasez de médicos (relativa al número de pacientes) que vendría a ser lo mismo) hace que se siga el sistema clásico actual, porque cuando no tienes tienes ese tiempo, te agarras al mejor sistema que te permita hacer el menor daño posible. En la mayoría de los caso el método de clasificación de enfermedades suele funcionar bien, pero aunque no sea el ideal, mi ideal, con más tiempo funcionaría mejor. De hecho cuando estudiabas la carrera, no te planteabas siquiera que ibas a ser capaz de diagnosticar patologías tan complejas y al tiempo a veces tan similares, en unos pobres y ridículos 10 minutos.
Dios Santo! Esto suponía ser una carta para ti. 
Pero por una parte todo lo que he dicho finaliza en ti. Y además no tendrás dificultad en comprenderla.
A pesar de no ser una persona ilustrada, tenías una inteligencia por encima de la medía, quizás no tuviste la opción de demostrarla como lo hace mucha gente ahora, con títulos universitarios o peor, con frases rimbombantes. Pero demostraste tu inteligencia de muchas otras maneras.
Hay que ser muy inteligente para hacer que tus cuatro hijos, con personalidades muy diferentes, se sintieran queridos por igual, ni un gramo más ni un gramo menos. A pesar de que bien adentro pudieras tener tus preferencias. 
Hay que ser muy inteligente para saber adaptarte a los tiempos y así poder comprender mejor a tus hijos.
Siempre sabías captar todas las situaciones.
El trabajo de mediador no es nada fácil, y tu supiste hacer magníficamente de mediadora entre un padre que era todo lo opuesto a ti como persona y como progenitor, y nosotros.
He solido pensar, en un intento de descargar culpa a papá, intentar creer que el periodo traumatizante que viví en su presencia, me podía haber hecho más fuerte, evitando así pensar que todos los complejos, falta de autoestima y de confianza ante todo lo que se presentaba en mi vida como adolescente y en años sucesivos, fueran su culpa.
Muchas veces me he preguntado cómo el guiñapo de persona que me sentía, pudo ser tan buen estudiante, pudo hacer buenos amigos en el instituto, pudo incluso cumplir su sueño de llegar a ser médico, cómo, a pesar de los muchos fracasos, mis depresiones, mi sufrimiento, había sido capaz de disfrutar tanto de la vida en muchos sentidos. 
Es tan sencillo como que tuve la inmensa suerte de ser tu hijo.
Ahora le llamarían reducción de daños, yo prefiero decir que tu me diste las alas que alguien había derretido lenta y cruelmente,
Viví gracias a ti, sobreviví gracias a ti, y sigo viviendo gracias a ti, porque aunque ya no estés aquí, estás en mí.
Las leyes de la genética aquí no son aplicables.
Todo lo que tengo de bueno lo plantaste tú en mi interior, antes y después de que naciera.
Aunque te tenga dentro, te sigo echando de menos, echo de menos tus abrazos y tus besos, mis confidencias a la persona que sabía que siempre las entendería. Tu amor inmenso e incondicional. Tus llamadas diarias cuando luchaba en solitario con la depresión. Y esa expresión de auténtica felicidad, todas esas veces que me veías contento y feliz. Y esa fuerza poderosa que te mantenía serena para poder consolarme cuando me veías totalmente hundido.











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