Un rayo de luz

 Tomádome el café esta mañana vislumbré un rayo de luz blanca a través del cielo encapotado y me dije, Francisco todo va bien.

Y me fui a caminar por el bosque, disfrutando de cada planta, cada árbol en mi camino. Al final del camino se ve y se oye el tráfico de la autopista.

Se me torció mi costumbre de vaciar mi mente de preocupaciones y centrarme en la naturaleza que me rodea.

Y me trasladó a una conferencia a la que acudí hace dos días sobre la finitud de la energía y los recursos naturales de nuestro planeta, pero también que al ritmo de vida que llevamos el balance entre recursos y consumo es cada vez peor y en aceleración.

Tras una explicación excelente de todo el problema y ante el escepticismo supongo de gran parte de nosotros se nos ofreció una solución que no por conocida es menos revolucionaria. El decrecimiento.

Como ejemplo se puso la cantidad de ropa nueva que compra la gente en un año, 20kg!

Y claro me sorprendí y sonreí para mis adentros. Llevo años sin comprarme un solo artículo de ropa. ¡Soy un decrecedor natural!

Pero hay un problema con esta magnífica idea, la de consumir sólo lo que necesitemos, estamos viviendo en una sociedad de consumo exagerada, acomodados en ella, donde la revolución digital no sólo no la ha detenido sino que la acelerado. 

Los políticos, a parte de pensar de modo cortoplacista, pensando sólo en las próximas elecciones, reciben informes adulterados de los estudios científicos medioambientales y energéticos que se han estado haciendo hasta ahora, y por supuesto están los lobbies económicos que presionan de diversas maneras (...) a dichos políticos.

Los científicos sólo pueden investigar y dar fe de lo que está pasando, no tienen el poder de cambiar las cosas.

Pero nosotros sí, somos los que votamos a esos políticos. En España se vota por creencias, por convicciones políticas, o por creencia en programas electorales que nunca se cumplen. Pero no estamos acostumbrados a la verdadera democracia participativa, como la de Suiza, donde los ciudadanos proponen iniciativas vinculantes y donde se les rinden cuentas a sus gobernantes.

Aquí votamos cada 4 años y ya nos sentimos democráticos y libres.

Y eso sí, nos quejamos mucho, pero no hacemos absolutamente nada.

Y ahí interviene la otra vertiente de la sociedad de consumo desmesurada. Nos ha convertido en ciudadanos individualistas, donde cada uno quiere más que el vecino.

No sería mala idea recuperar la idea de comunidad, ya hay muchas en funcionamiento, donde unos nos ayudemos a los demás, nos prestemos utensilios y nos hagamos favores que ahora mismo han tomado como propio las multinacionales. Comunidades donde se pudieran presionar a los gobiernos locales en contra de políticas contrarias al medioambiente y a nosotros mismos.

Y por último, lo más importante en la posibilidad de un cambio radical, o gradual, es la educación.

Educar a los adultos con decenas de años de hábito de consumo irreflexivo, sería una tarea gigantesca, aunque se puede hacer mediante conferencias como la citada (éramos 30 o 40 personas en una ciudad de más de 500.000 habitantes...).

Educar a los niños debería ser una tarea más fácil, aunque llevan desde que nacieron en esta sociedad en que sus padres no se privan ni les privan de nada. Pero bueno, sus mentes son aún más abiertas, con más plasticidad neuronal para cambiar sus hábitos y sus creencias. Aunque claro habría que reeducar a sus profesores.

Ah, me olvidaba del papel fundamental que tiene en todo este asunto la prensa, ninguno! Quitando cuatro periodistas comprometidos, el resto de la prensa o hace oídos sordos o ha sido presionada para callar.

Y sin prensa, virtualmente el asunto no existe.

En fin que soy muy escéptico ante el problema y su solución. Pero si tengo claro que la única solución disponible ahora mismo es el decrecimiento. Lo hagamos individualmente, a través  comunidades, o como país, o mundialmente, ya se verá.

Al volver de mi caminata, el cielo ya no estaba encapotado, lucía un sol magnifico sobre un cielo tan azul que, de alguna manera me ha devuelto el ánimo, la esperanza en la especie humana.


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